Ermita del Calvario
Según el Padre Mariscal, “la Ermita del Calvario la hicieron, gran parte con sus limosnas y solicitud, unos devotos de esta villa del apellido Soto; por los años 1.696, se recogió en el albergue que está adjunto un ermitaño, que llamaban el Hermano Mendoza, natural de Córdoba. Éste, con las limosnas que solicitó de los vecinos, añadió otro cuarto a la capilla, en cuadro y a modo de media naranja (...) Ayudóle mucho el monasterio de San Jerónimo, con el sustento para sí y mucho material para la obra. Dióle la ultima enfermedad cuando iba llegando a perfección su intento”. Según el historiador bornense Manuel Barra, a pesar de esta afirmación del Padre Mariscal, lo cierto es que quienes se ocuparon constantemente de las necesidades del Hermano Mendoza, fueron los franciscanos del Convento de San Bernardino de Siena. Tan es así, que realizaron un Via Crucis (imitando al que había instituido D. Fadrique Enríquez de Ribera desde el Monasterio de los jerónimos), partiendo de la puerta de su Convento hasta la Ermita del Calvario y que se frecuenta mucho los Viernes, especialmente los de Cuaresma. Aún se conservan algunas cruces y capillas que indicaban las estaciones de la Vía Sacra.
Destaca en su construcción la fachada triangular, que ofrece una bella hornacina, rematada con una espadaña típicamente barroca. En la ermita se venera una bellísima imagen de San Francisco de Paula, que data de la primera mitad del siglo XVIII. Otras imágenes de meritan que se encuentran actualmente en dicha ermita son: Santa Rosa de Viterbo (s. XVI); San Juan Evangelista; una imagen la Virgen, bajo la advocación de María Santísima de la Soledad; y otras de menor mérito. También alberga cuadros de gran interés, destacando un Descendimiento (s. XVI) de escuela italiana y que presidía la Capilla del Colegio de la Sangre.